31.8.10

La historia del Palacio del Congreso

El Palacio del Congreso


El oficial de policía que custodia hace tres años la Entrada de Honor del Palacio del Congreso de la Nación está acostumbrado:"Acá vienen a marchar, por lo menos tres veces por semana". Según sus cálculos, se producen alrededor de 144 manifestaciones por año. Es decir, casi el 40% de las jornadas. Sin embargo, a pesar de esta presencias continuas, sólo recuerda dos hechos de violencia contra el edificio. Una fue durante el conflicto con el campo y la otra a raíz de la elección del rector de la UBA.

Existen registros mucho más antiguos de hechos violentos en un edificio del Poder Legislativo. El 10 de mayo de 1886 el Presidente Julio Roca recibió un piedrazo en la cara cuando estaba ingresando al Congreso que, por ese entonces, se encontraba en la calle Victoria al 300.

Seguramente cuando el presidente Miguel Juárez Cellman presentó el proyecto de construcción del edificio no imaginó que se convertiría en el principal centro de protesta de la ciudadanía.
La ley nº3187 fue aprobada en 1894. Tras el período de licitación, a la que se presentaron 28 arquitectos, la obra fue adjudicada al italiano Vittorio Meano.

En 1897 comenzó la construcción de esta obra de arte, venerada por unos, debido a su magnificencia y criticada por otros en cuanto al gasto millonario que fue necesario realizar: "Voy a oponerme a la partida 2a. del ítem 9, entendiendo que sancionaríamos de la peor manera el derroche si entregáramos un sólo peso más para la construcción de este costosísimo palacio" (Alfredo Palacios,diputado socialista,19 de junio de 1913).

Meano le dio al Palacio un estilo grecorromano que presta especial atención a la armonía en las proporciones. Cuenta con múltiples figuras de cuerpos humanos esculpidas en piedra, columnas en todo el frente del edificio y una cúpula ubicada a 80 metros de altura que se presenta como la culminación de la obra. Sin embargo, el arquitecto italiano fue asesinado en 1904 y el proyecto quedó en manos del belga Julio Dormal.

El lugar en el que se encuentra iba a ser ocupado por el Teatro Colón, pero el Poder Ejecutivo se adelantó y aseguró su compra para destinarlo a ser el ámbito de debate del legislativo. En ese entonces ya estaba planeada la construcción de la Avenida de Mayo y la manzana donde está edificado actualmente aparecía como ideal por su cercanía a la casa de Gobierno.




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Los gastos de la construcción se multiplicaron varias veces. De los 6 millones destinados en un principio pasó a gastarse más de 31. Tanto fue el desfasaje que en 1913 se creó una comisión especial para revisar el proyecto. Incluso los periodistas de la época lo bautizaron "El Palacio de Oro". Además, la obra demoró mucho más de lo planeado. Recién en 1946 se realizó el revestimiento de piedra final. Sin embargo, es posible decir que las remodelacioens continúan aún hoy en día. Constantemente se hacen modificaciones. Por ejemplo, por estos días se están realizando obras de mantenimiento en la cúpula.

Uno de los cambios más notorios que se llevaron a cabo son las rejas agregadas en julio del año pasado. Fueron instaladas para reemplazar el vallado policial que rodeaba el edificio desde fines de 2001. Éste nuevo enrejado se extiende sobre la avenida Entre Ríos, desde una esquina hasta la otra y respeta el estilo grecorromano original del edificio .Cuenta con una puerta principal que tiene el escudo de nuestro país rodeado por los de las provincias y el de la Ciudad de Buenos Aires . A sus lados hay dos placas, una con un fragmento del Manifiesto del Congreso General Constituyente a los Pueblos de la Confederación(1854) y la otra con el Preámbulo de la Constitución Argentina.

Otra particularidad del Palacio del Congreso de la Nación es que es tomado como referencia para marcar las distancias en las rutas del país. Su ubicación es considerada como el "kilómetro cero".

Esta maravillosa edificación que se encuentra en el corazón del centro porteño es una parada inevitable para todos los turistas que visiten Buenos Aires. Sin embargo, el ritmo incesante de la rutina diaria de los habitantes de la ciudad provoca que éstos pasen por al lado de esta magnánima obra de arte y no dediquen aunque sea unos segundos para admirarla. Si usted cree que esto no es cierto, sólo responda la siguiente pregunta: ¿se sacó alguna vez una foto en el Palacio del Congreso?

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