18.8.10

La Confitería del Molino sigue a la espera de una recuperación

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En pleno centro de la ciudad, el deterioro de la añorada Confitería del Molino espera en silencio poder volver a recibir a los que alguna vez se asombraron por su belleza. Es que el Molino, fue más que un simple café, fue epicentro de debates políticos, pasarela de grandes figuras y anfitrión de más de un romántico encuentro.



En 1850, funcionaba en la esquina de Federación y Garantías (actualmente Rivadavia y Rodríguez Peña) la “Confitería del Centro”, inaugurada por Constantino Rossi y el prestigioso pastelero italiano Gaetano Brenna. Sin embargo, la presencia del primer molino harinero que se instaló en la zona sirvió de punto de referencia y provocó el cambio de nombre por el de "Antigua Confitería del Molino". Daniel Balmaceda, periodista e historiador cuenta cómo llegó a su actual ubicación: “Al iniciarse en 1906 la construcción de la Plaza del Congreso, los negocios de los alrededores fueron remodelados, con vistas a los festejos del Centenario”. La Confitería del Molino se construyó entre 1914 y 1917 en la esquina de Rivadavia y Callao, y estuvo a cargo del arquitecto italiano Francesco Teresio Gianotti, haciéndola un ejemplo de la arquitectura del estilo "art nouveau". Balmaceda remarca su importancia en aquél entonces: “No era una confitería para la sociedad, la gente solía ir a la Richmond o al Plaza, pero en la Confitería del Molino había una gran cantidad de intelectuales jóvenes, y muchos políticos, por su cercanía al Congreso. Alfredo Palacios y José Ingenieros, habitués comensales, se deleitaban con el marrón glacé y el panettone de castañas, especialidad de la casa. “Sí formaba parte del circuito turístico, pero no era la favorita de la sociedad de ese entonces. Cuando una visita relevante llegaba al país, como el Príncipe de Gales en 1927, se la hacía conocer”, rescata el historiador.



Con el golpe de estado de 1930 perdió ese gran protagonismo. “La revolución de septiembre de ese año hizo que sea destrozada, ya que desde los pisos de arriba de la confitería le disparaban a los policías, y para tomar esa parte del edificio ingresaron violentmente por la confitería”.

Luego de ser reconstruída, en 1938 falleció Brenna, y el negocio pasó por varias manos, hasta que los nietos de Cayetano Brenna compraron la confitería y, con algunas modificaciones (incluyen un salón bar y un mostrador para comidas rápidas, siempre respetando la arquitectura del edificio), logran mantenerlo, hasta 1997, cuando fue cerrado definitivamente al público.



Varias confiterías históricas de la ciudad fueron reconstruídas, como el Café de los Angelitos o la Confitería Las Violetas, pero ésta sigue siendo ignorada. Desde hace algunos años, diferentes proyectos en la Legislatura Porteña y la Cámara de Diputados han abordado el deterioro de la confitería. Ahora desde la Unión Cívica Radical proponen crear un centro cultural que llevaría el nombre de Raúl Alfonsín. Por su parte, la Coalición Cívica también impulsa un proyecto para expropiar el subsuelo, las dos primeras plantas del edificio y también el nombre.

“Sé que hay problemas con la sucesión de gobiernos, no se sabe quién se hace cargo. El presupuesto para su reparación es muy elevado y lo siguen posponiendo. El Gobierno de la Ciudad debe acordar con los dueños para ver qué parte pone cada uno”, remata Balmaceda.



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