19.8.10

De "Carasucias", sólo el mote

El hogar de la calle Lisandro de la Torre al 1900 no se parece en nada a lo que había imaginado. Un comedor enorme donde 65 nenes y nenas se sientan a ver los dibujitos con un plato caliente de comida enfrente de sus naricitas. Gritos, agua que se vuelca, sillas que se corren, tal cual como en cualquier casa.

Sharon tiene 10 años y una innata espontaneidad. Nos invita a pasear como “dueña” de esta gran casa. El primer piso está pintado íntegramente de rosa. Acá los colores marcan los géneros. Camas cuchetas de madera de pino y placares inmensos con ropa donada por los voluntarios que va pasando de los más grandes a los más chicos.

Un jardín de infantes para los que todavía no van a la primaria, el pizarron reza “ser capaz de prestarse atención a uno mismo, es requisito para tener capacidad de prestar atención a los demás”, E. From. Me soprendo.

La escalera fue diseñada especialmente por Mónica. Ella se imaginaba inmensos escalones de madera para que los chicos suban y bajen tantas veces como quieran. Escalones tan brillantes como la mirada que tiene en esa foto colgada en el pasillo que conduce al segundo piso pintado de un celeste claro; acá el mando lo tienen ellos.

De repente, un aroma a guiso de lentejas sube hasta los cuartos. Ruidos de platos y cubiertos. La cena está servida. Se respira tranquilidad a pesar del griterio, unos piden más, otros quieren comer otra cosa. LLega el postre, una mandarina ya pelada para cada uno.

Ezequiel acaba de cumplir un año y tiene una de las sonrisas más sanas y hermosas que he visto en mi vida. Me mira, se ríe y se refriega los gaguitos de la fruta por su pequeña boquita. Vuelve a reirse y escupe las semillitas una por una. Me pide agua como si me conociese de siempre. No tiene prejuicios, sólo necesidad.

El hogar que tanta veces anheló Mónica Carranza por fin está terminado. El próximo mes lo inauguran. Mariela, una de las encargadas del lugar me dice “este era el sueño de Mónica, ella nunca tuvo otro objetivo más que ayudar a los que más lo necesitaban”.

Mónica Carranza murió el 28 de diciembre del año pasado. Por más de dos décadas dio de comer a chicos y grandes sin distinción alguna, simplemente con la condición de aquellos que lo necesitaban.

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