El ex edificio del Correo Central, ahora llamado Centro Cultural del Bicentenario, estaba ambientado para la ocasión. El Salón de los Escudos, ubicado en el segundo piso, lucía las insignias de cada una de las provincias argentinas. El auditorio rebalsaba de gente elegante que de manera prolija fue completando cada uno de los sectores delimitados por las vallas y por el numeroso personal de seguridad que vigilaba el recinto.
La presentación del evento estuvo cuidada casi a la perfección, pero hubo un detalle que se quiso disimular y terminó llamando la atención de un gran número de los presentes. El ala derecha del salón presentó una especie de tablones de madera que tenían por objeto tapar lo que se estaba "cocinando" del otro lado. Pero una gran parte del glamoroso "Salón de los Escudos" quedó al descubierto, dejando a la vista a una veintena de mozos que preparaban el "lunch" previsto para los funcionarios una vez terminado el evento.
De un lado había lámparas lujosas, fotógrafos amontonados y jóvenes elegantes que recepcionaban amablemente la llegada de los invitados. Del otro, casi en la penumbra, se amontonaban bolsas de pan, mesas y sillas desarmadas. Cajones de gaseosas y bolsas repletas de vajilla circulaban de mano en mano entre los hombres vestidos de negro, mientras la Presidenta Cristina Fernández enfatizaba sobre el impecable proyecto estratégico territorial que se estaba llevando a cabo durante su gestión.
Quedó demostrado que la planificación, en este caso, no fue tan perfecta y que un gran número de los presentes desvió la vista del estrado principal para lanzar un comentario o una carcajada sobre la evidente falla.
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