18.8.10

Belleza tras las rejas

Por Campanela Esteban,

Cruz, Germán y

Rodríguez Martin, Fernando.


Muchas son las anécdotas y los misterios que rodean al Palacio del Congreso Nacional. La sede del Poder Legislativo sufrió diversas modificaciones, a veces por simples refacciones y otras por cuestiones de seguridad. Su historia sirve para acercarnos a la de nuestro país.


Probablemente el primer registro de un acto de violencia en un edificio del Poder Legislativo haya sido aquel piedrazo recibido por el entonces presidente Julio Argentino Roca el 10 de mayo de 1886. Ese acto de protesta marcó el inicio de una costumbre porteña: manifestarse en contra de medidas sancionadas por el Congreso, frente al inmueble que lo represente.

Dos siglos después de aquel atentado, Argentina entró en una crisis socio-económica que desembocó en virulentas protestas a lo largo y a lo ancho del país. Probablemente la zona más afectada haya sido el centro de la Ciudad de Buenos Aires y más precisamente las edificaciones que representaban algún poder estatal. El Congreso no fue la excepción y es por eso que, desde fines de 2001, un vallado policial permanecía custodiando su Entrada de Honor, ubicada sobre la Avenida Entre Ríos.

Es fácil imaginar el disgusto que hubiese generado esta situación en Vittorio Meano, el arquitecto italiano que diseñó el Palacio a fines del siglo XIX. Su exquisito estilo grecorromano, que demandó alrededor de cincuenta años en tomar forma, se vio de repente manchado por unas vallas vulgares de esas que pueden verse cada domingo en los alrededores de los estadios de fútbol.

Ante esta situación surge una paradoja interesante. Para preservar intacta la magnificencia del Palacio del Congreso Nacional, deberían desaparecer esas vallas; sin embargo eran éstas las que se encargaban de proteger al edificio de algún ataque que atentase contra su integridad.

Lo ideal, por supuesto, sería que los argentinos aprendamos a reclamar por nuestros derechos sin necesitar del uso de la violencia o el abuso de los derechos del prójimo, como el de libre tránsito,por ejemplo. Pero como siempre en nuestro país, lo ideal permanece en su mundo,el de las ideas, y no logra trascender hacia el plano de la realidad. Las formas de protesta que se utilizan, los piquetes, manifestaciones,etc. son los únicos que parecen tener cierto grado de ingerencia en la clase dirigente y es por eso que es difícil imaginar que cesen en un futuro a corto o mediano plazo.

La respuesta que surgió de parte del Estado para resolver esta paradoja fue la instalación en Junio de 2009 de unas rejas alrededor del Palacio. La diferencia con las vallas anteriores es que las nuevas, que miden entre 2,30 y 2,70 metros, respetan el estilo arquitectónico original del edificio.

Lamentablemente hay que admitir que esa solución era la más sensata que se podía tomar, por lo menos a corto plazo. Este asunto que parece tan trivial esconde en realidad las deficiencias que sufre nuestra sociedad, en donde la falta de educación, la corrupción y el desinterés de los dirigentes por los problemas reales forman un caldo de cultivo perfecto para la violencia. Entonces, hasta que llegue una respuesta de fondo con acciones que apunten a modificar estructuralmente la vida de los argentinos, debemos conformarnos con estas medidas tan prácticas como superficiales. Tenemos que acostumbrarnos a que la belleza no puede verse en plenitud porque se expone a ser destruida.


2 comentarios:

  1. Muy bueno. Sacaría palabras y comas.
    Injerencia va con J.
    ¿Los párrafos antepenúltimo y último son necesarios?
    Los meses van en minúscula.

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  2. Trabajo desaprobado. La consigna pedía entrevistar a historiadores, tomar fotografías propias y visitar el Archivo General de la Nación para publicar una galería cronológica de la historia arquitectónica del edificio hasta llegar a la última: la instalación de rejas en el Palacio Legislativo.

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